¿Recuerdas haber sentido “mariposas” en el estómago cuando te enamoraste? ¿O haberte comido un
tarro entero de dulce de leche después de un examen? Si la respuesta es sí entonces te has dado cuenta
de que el cerebro y el sistema digestivo están estrechamente relacionados. De hecho, al intestino se le
conoce como nuestro “segundo cerebro”
El intestino cuenta con una red de neuronas – que conforman lo que se conoce como “sistema nervioso
entérico” encargado de controlar las funciones motoras del sistema digestivo, además de la secreción de
enzimas gastrointestinales. El intestino es el productor de aproximadamente el 95% de la serotonina del
cuerpo (5-hidroxitriptamina; 5-HT), más conocida como la “hormona de la felicidad”
Por otro lado, nuestro intestino tiene una flora de microorganismos viviendo en su interior. Estos
microorganismos constituyen nuestra “flora intestinal”. Cada individuo tiene una comunidad particular
de microorganismos que viven en su tracto gastrointestinal. La flora intestinal participa en varias
funciones vitales como: actividades metabólicas, absorción de nutrientes y protección del organismo
contra la invasión de microorganismos patógenos. Las neuronas del sistema nervioso entérico “segundo
cerebro” y las del cerebro se comunican a través de neurotransmisores de forma recíproca.
Una dieta inadecuada (rica en azúcar o excesiva en proteínas) no sólo puede provocar trastornos
digestivos sino también alterar nuestro estado de ánimo. Asimismo, las emociones fuertes -así como el
estrés- pueden alterar las señales enviadas por el cerebro al sistema neuronal entérico provocando
desequilibrios en la flora intestinal. El desequilibrio de los microorganismos de la flora intestinal se
conoce en medicina como “disbiosis intestinal” y se manifiesta con síntomas como: hinchazón
abdominal, exceso de gases, diarrea, estreñimiento y deposiciones irregulares.
Ante la “disbiosis intestinal”, el objetivo de la medicina convencional se centra en mejorar los síntomas.
Prebióticos y probióticos, una dieta baja en azúcar, niveles reducidos de estrés, suficientes horas de
sueño reparador y conductas saludables para el sistema digestivo tales como: comer relajado, una dieta
rica en fibra (que incluya frutas, verduras, legumbres y otros alimentos que ayuden reducir la
inflamación y el estrés oxidativo) y beber suficiente líquido (de 6 a 8 vasos de agua al día) son
generalmente prescriptos.
En homeopatía se utilizan remedios elaborados a partir de la flora intestinal humana (conocidos como
“nosodos”) para conseguir una mejoría de los síntomas. Pero teniendo en cuenta que en la “disbiosis
intestinal” la mente, las emociones y los intestinos están estrechamente relacionados, la clásica
homeopática constitucional con su enfoque integral que apunta al bienestar general del individuo
tratando a la persona en su totalidad (incluidos los aspectos psicológicos, emocionales, físicos, sociales y
espirituales) es el de elección.
La integración de la medicina convencional con la medicina alternativa (homeopatía, acupuntura, etc.)
puede ayudar a controlar mejor la afección. La salud general depende en gran medida de pensamientos
y emociones saludables (cerebro) y de una ingesta nutricional adecuada (intestino-segundo cerebro).
31/05/2024
Nancy Dutto MD